Taurología de la plaza de Toros (Volumen 2)

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José M. Palacio Bover vuelve a sorprendernos con esta documentada obra en la que, además de ofrecer una radiografía histórica de la plaza de toros, rescata el pulso de una ciudad, de una época, retratada a partir de la mirada infantil, con un dominio eficaz del género costumbrista como transición entre el artículo de costumbres y el cuento literario. Así, la palabra de Palacio Bover nos aproxima a la plaza Jovellar,  se asoma a El Safareig, y, sobre todo, conduce al lector por el interior de una obra coral que sitúa nuevamente a personajes entrañables de Vinaròs en la primera línea del recuerdo. Palacio Bover hurga magistralmente en los mimbres de la ciudad para mostrar, mediante un lenguaje que hereda de sus maestros, anécdotas, situaciones y lugares en los que las protagonistas son personas que han contribuido a modelar el singular carácter de Vinaròs en la luz y el espacio de un litoral propio.
Editorial Antinea

14,00 

Autor
Idioma Castellano
ISBN 978-84-96331-49-5

“La Plaza Jovellar, era cómo un estratégico bazar y, políticamente, el mentidero de la villa donde situar embaucadores y aventuras maliciosas y centro de elaboración de crónicas escandalosas. Atravesada por una carretera nacional flanqueada por las generosas terrazas de los bares, contaba con restaurantes, bancos, bazares, colmados, el edificio de correos y junto a él, una barbería en la que todo se lavaba, “El Safareig”, razón por la que la bautizó Juan Bas con este nombre, pared por medio de una joyería. La inauguraron en 1945, dos estilistas del peine y la tijera: Agustín Ribera, “Trompeta”, y Salvador Boix, “Vadoret”, incorporándose en 1947 Pepe Chaler, “lo Severo”. Tenía una pequeña puerta centrada y unos prudentes visillos tras los cristales que permitían ver sin ser visto y alguna mano discreta corría, cuándo se adivinaba el taconeo y contoneo de alguna fémina de rompe y rasga. Sus tertulias – al “Safareig” íbamos a pasar el rato -, eran tan terribles como el masaje fabricado por los fígaros de turno, y mucho más comprometidas que las del Chaldy, El Liceo o el Rosales. «
José M. Palacio Bove